El Partido Comunista de Canarias ante la Cuestión Nacional Canaria (2 de 4)
Parte II. El desarrollo de la contradicción nacional en Canarias
El quebrantamiento de los pilares del desarrollo escogido para las Islas por las clases dominantes, hizo madurar las condiciones subjetivas para que aflorara lo que era una realidad objetiva: la contradicción nacional.
Sería ocioso extendernos aquí en demostrar la singularidad territorial del pueblo canario. Tampoco parece que haya que insistir mucho en el aspecto cultural, las personas de Canarias han experimentado una serie de vivencias históricas comunes a las siete Islas y en particular con respecto a los otros pueblos del Estado español que han conformado un modo de ser que hace, y esto es lo principal, que los habitantes del Archipiélago se sientan distintos a cualquier otro pueblo.
Se habla de una cultura criolla que aporta elementos propios a fuertes influencias latinoamericanas y europeas. En cualquier caso, no hay base ninguna para hablar de una cultura africana en las Islas. Pese a ser África el Continente más cercano desde el punto de vista geográfico, ha quedado históricamente muy lejos de la proyección social, económica, política y cultural de la sociedad canaria. Es poco serio entonces hablar, al menos desde este ángulo, de la africanidad de Canarias, que algunos plantean más inspirados por un africanismo visceral, que por los datos que arroja la situación.
En el orden económico, es clara la distinción histórica y presente del Archipiélago. Tradicionalmente la actividad económica de Canarias ha sido impuesta desde el exterior en función de demandas coyunturales. Esto ha determinado el carácter dependiente, deformado y unilateral de nuestro tradicional cuadro económico y de las conocidas crisis de monocultivo que han azotado nuestra historia, el azúcar, la vid, la cochinilla, etc. La diferenciación canaria en este renglón es tan acusada, que se puede afirmar que durante el siglo XIX y avanzado el XX, la economía canaria ha estado sometida a los intereses de estados europeos como Inglaterra, en tanto que España se limitaba a ser potencia administradora.
Muchas décadas después, Canarias ha conseguido de la Unión Europea el Estatuto de Región Ultraperiférica (RUP), lo que significa el reconocimiento oficial de que la lejanía y la insularidad imponen unos costes muy elevados que Bruselas se compromete a compensar, mediante subvenciones, de manera estructural. Como ha demostrado Federico Aguilera Klink en su trabajo “Canarias como ultraperiferia de la democracia: rasgos e implicaciones fundamentales del modelo económico victimista”: “la noción de región ultraperiférica es una ficción construida en torno al victimismo y a la presión ejercida por los políticos canarios en Madrid y Bruselas con el fin de exagerar de manera desproporcionada los costes citados y de obtener subvenciones tan desmesuradas como innecesarias. Una perspectiva más razonable, desde mi punto de vista, consistiría en que si bien la lejanía y la insularidad imponen, ciertamente, unos costes (que no tienen nada que ver con la idea de región ultraperiférica) también es cierto que proporcionan unos beneficios (relacionados con las condiciones climáticas tan benignas y con un paisaje espléndido) que es necesario tener en cuenta y que, en buena medida, pueden compensar esos costes en el sentido de ofrecer oportunidades económicas para el turismo y la agricultura a lo largo de todo el año. Algo que puede no ocurrir en espacios “cercanos” y no insulares, como son la mayoría de las regiones peninsulares o en espacios “próximos” pero insulares como es el caso de Baleares. Pero este tipo de consideraciones no interesa a los empresarios y políticos canarios que se benefician de ser considerados una RUP y que, junto con la Reserva de Inversiones de Canarias (RIC), están consiguiendo una situación ciertamente “envidiable”. Apenas pagan impuestos y apenas tienen que justificar qué hacen con esos impuestos no pagados ni con las subvenciones recibidas. El resultado final se caracteriza por un serio deterioro de la calidad de la democracia, una situación de profunda injusticia fiscal y social y la generación de un impacto muy negativo sobre el medio ambiente en Canarias al incentivar, estas ayudas y subvenciones, la construcción de infraestructuras y viviendas que son innecesarias mientras dejan de construirse las viviendas necesarias y apenas se presta atención a las infraestructuras sociales más necesarias”.
La situación de dependencia y de drenaje de los recursos isleños, no ha variado sustancialmente, aunque con el capital español ocupando posiciones muy sólidas. Se sabe, por ejemplo, que cerca de la mitad del ahorro captado por la Banca en las Islas es traspasado a otras zonas del Estado, lo mismo puede decirse de las compañías de seguros, o de la recaudación fiscal. Con el comercio y los ingresos del turismo la esquilma puede alcanzar proporciones aún mayores. El turismo, hasta antes de la pandemia, ha pasado de rozar en 2010 el 25% del Producto Interior Bruto (PIB) isleño a suponer el 35% del mismo y generar un 40% del empleo una década después. Los datos que publica el Instituto Nacional de Estadística (INE), sobre el destino de los ingresos del turismo, señalan que lo que se queda en el destino es menos de la mitad del desembolso. Cabe mencionar por último el coste de la insularidad y la renta de situación como poderosísimos factores de delimitación de nuestro espacio económico, con la particularidad de que la política de los gobiernos burgueses de Madrid agrava lo primero y bloquea la potencialidad de la segunda. En suma, una ancha base material para que hunda sus raíces la conciencia nacional.
Lo que históricamente ha faltado, ha sido quizá el factor subjetivo indispensable para hacer consciente de manera estable y duradera lo que es un hecho real. Más en concreto, hasta tiempo muy reciente la hegemonía política en el Archipiélago era incontestable patrimonio del caciquismo agrícola y de la burguesía mercantil, que tributarias de su debilidad estructural y por consiguiente política, no han podido separar su parcelación insularista y formar un todo nacional-canario. Históricamente la clase obrera y el conjunto de las capas populares, salvo en contados paréntesis, han carecido de una estrategia de poder y una táctica política capaz de enfrentarse con éxito a los planes de las capas dominantes. El recurso a la emigración y los sentimientos fatalistas, propios de una sociedad predominantemente campesina y con una clase obrera escasamente desarrollada, han sido válvulas de escape por las que tradicionalmente se han desviado las contradicciones, desarraigando políticamente y entorpeciendo el desarrollo de la conciencia y la organización de la clase obrera y del conjunto de las capas populares. Así mismo, la misma debilidad de las clases dominantes canarias y los fuertes lazos de dependencia que las unen al gran capital peninsular ha sido un factor decisivo para el retraso en el desarrollo de la lucha nacional en el Archipiélago.
A pesar de todo lo señalado, en Canarias se desarrolla una joven clase obrera que de manera progresiva ha ido aumentando sus niveles de organización y conciencia, y con ello, puede incrementar su peso político en la sociedad canaria. Una clase asalariada que no desea socorrerse de la emigración para mejorar sus condiciones de existencia, y que en su lucha contra las clases dominantes del Archipiélago está llamada a desempeñar un rol decisivo en los pasos que hay que dar para superar la mezquindad de las oligarquías insulares, alentada por la oligarquía estatal, en el marco jurídico antisocial impuesto por los empresarios, marco jurídico que autoriza y legitima el saqueo de lo público, a través de un marco fiscal (REF) y subvencionalista, ensalzando el victimismo como Región Ultraperiférica (RUP).
Debe ser la clase trabajadora y otras capas populares, sus fuerzas políticas y sindicales, la izquierda en su conjunto, la que cierre el paso a los Sectores de las Clases dominantes que a su vez se han visto estimulados por el deseo de cortar el paso a las fuerzas progresistas y situarse en posiciones más ventajosas frente a la oligarquía estatal. En este renglón, particular referencia merece el reflejo que siempre ha tenido sobre Canarias la lucha de las nacionalidades oprimidas en el Estado español y su reivindicación de la República Federal con su correlato de proceso constituyente y ejercicio del derecho de autodeterminación.
Así mismo, los acontecimientos del Sahara Occidental han tenido un notable influjo político en amplias capas de la población canaria; y no podía suceder de otra forma dados los apretados vínculos de variada índole, que han amarrado a ambos pueblos y dado también, el impacto que sobre importantes aspectos de la realidad de las Islas -por ejemplo, sobre la pesca- ha tenido la ocupación marroquí del territorio de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Los sucesos del Sahara Occidental, los del continente africano en general, y la estrategia imperialista de cara al Atlántico han dibujado uno de los trazos más sobresalientes del cuadro político canario. Nos referimos a la importante cotización estratégica del enclave de Canarias, El Archipiélago, no ha pasado desapercibido para el imperialismo que lo ha tenido bien presente en distintos episodios de su política colonial y agresiva. Continúa el proceso de convertir a Canarias en importante plataforma militar bajo el control imperialista, fundamentalmente de la OTAN. Esta realidad ha espoleado el despertar de la conciencia de una parte importante de la población canaria y a la vez, ha sido un factor de singularización de la lucha política, y de la propia singularidad del Archipiélago, es decir, un fuerte factor de configuración de la conciencia nacional canaria.
En el terreno de lo cultural un signo que descuella en la actividad creadora de la sociedad isleña, es la fuerte tendencia a reivindicar, potenciar los valores culturales autóctonos, que en las distintas esferas de la vida le dan un perfil propio al pueblo canario. No es solo una consecuencia natural de la configuración de la conciencia nacional, sino que, a la vez, ha operado como dínamo de esta, teniendo como un factor generador la reacción al embate cultural generalizado causado por el turismo.
Como es sabido, a la fase de capitalismo monopolista de estado, a la mayor concentración de capital, corresponde la mayor centralización política. Es natural que cuando este nivel de desarrollo del capitalismo entra en crisis y las condiciones para su superación no han madurado, se manifiesten como reivindicaciones democráticas progresistas, la multiplicación de los órganos de poder, el arrebatarle parcelas al gran capital. En el Estado español este fenómeno ha adquirido sus máximas expresiones, no tanto por la gravedad extrema de la crisis del capitalismo español, sino más bien por desarrollarse sobre la base de agudas contradicciones nacionales. A la vez, la propia dinámica de esas reivindicaciones parciales, la lucha que en torno a ellas se desata e impulsa el madurar de la conciencia nacional. En Canarias este proceso ha quedado perfectamente reflejado. Este conjunto de factores, combinados con la crisis del capitalismo que se manifiesta en Canarias con el quebrantamiento de los pilares del desarrollo escogido para las Islas por las clases dominantes, hizo madurar las condiciones subjetivas para que aflorara lo que era una realidad objetiva: la contradicción nacional.